18 de Mayo de 2021
José María Laso, nuevo presidente del Colegio de Trabajo Social de Palencia, destaca entre sus objetivos «digerir» todo lo ocurrido y seguir impulsando la formación continua de los profesionales para mejorar la atención a los usuarios
José María Laso es, desde el pasado 6 de abril, el presidente del Colegio Oficial de Trabajo Social de Palencia, un órgano que nació en 1981, aunque como asociación profesional sus orígenes se remontan al año 1977. Está integrado en el Consejo Estatal de Colegios de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales y en la Federación Internacional de Trabajo Social (FITS). Pertenece, asimismo, al Consejo Autonómico de Colegios de Trabajo Social de Castilla y León y cuenta en la actualidad con más de 150 personas colegiadas. Laso explica a Diario Palentino la importante labor que realizan los trabajadores sociales y cuál está siendo su papel durante la pandemia.
Háblenos de las funciones del Colegio Oficial de Trabajo Social de Palencia
De los 160 o 170 trabajadores sociales que desarrollan su labor en la provincia, 150 están colegiados. La aspiración de colegiarse es bastante elevada en esta profesión y, como todo colegio profesional, nuestra principal función es dar servicio a los colegiados y salvaguardar los intereses de la profesión. ¿De qué manera? Mediante la formación continua y el reciclaje, abordando intereses de los propios colegiados, apoyando luchas que superan lo provincial, reivindicando una mayor presencia en la Justicia, defendiendo mayores ratios en la relación población-trabajo social, etc. Por ahí nos movemos y entendemos que, en la medida en que nosotros defendamos los intereses de la profesion, estamos defendiendo también los intereses de los usuarios que tienen contacto con un profesional de Trabajo Social.
A corto plazo, creo que tenemos que digerir todo lo que nos ha pasado. Todas las profesiones que tienen contacto con las personas se tienen que redefinir. Hemos sufrido muchos cambios en poco tiempo y hemos intentado gestionar la situación lo mejor posible, pero eso no quiere decir que lo hayamos hecho perfectamente.
Somos una profesión de contacto y cercanía con las personas, es difícil desempeñar nuestro trabajo en un entorno en el que hay que mantener una distancia de metro y medio, tenemos una mampara de por medio, no nos vemos la cara y, en definitiva, no podemos generar confianza. En uno o dos años habrá que darle una vuelta al tema de las nuevas tecnologías y las nuevas formas de comunicación.
Debido a la pandemia, se ha acercado a los servicios sociales y al trabajador social mucha gente que nunca había pensado que iba a pasar por aquí, desde personas en Erte con escasez de recursos, hasta familiares de personas que han ingresado en el hospital o residencias de ancianos, donde hemos sido casi los únicos interlocutores. Tenemos que ver qué hemos hecho bien y qué no hemos hecho tan bien para adaptarnos, porque al final esta crisis ha acelerado cambios que iban a venir tarde o temprano.
Por eso, entre otras cosas, me planteo seguir con la formación continua de los profesionales, porque ahí está la calidad del trabajo. También integrar la sabiduría de los trabajadores que ahora se están jubilando y dar apoyo a los universitarios que terminan la carrera fomentando la orientación laboral.
¿Qué labores desempeña un trabajador social?
Es difícil de definir, pero a mí me gusta referirme al trabajador social como aquel que interviene entre el usuario y su entorno. Cuando surgen momentos de dificultad nosotros estamos ahí como agentes de apoyo. Entendemos que la persona es dueña de su vida y de su camino, así que le ofrecemos las herramientas de las que disponemos, hacemos de acompañantes y, en la medida que nos deje, intentamos que logre sus expectativas.
Llevamos más de un año de pandemia. Teniendo en cuenta que los profesionales del Trabajo Social centran su labor en los colectivos más vulnerables, ¿cómo ha afectado la crisis sanitaria a su función?
Estamos integrados en muchos campos de la vida social: oenegés, asociaciones, residencias públicas y privadas, hospitales, servicios sociales básicos... La realidad ha sido compleja dentro de cada uno de ellos, pero, sobre todo, hemos tenido que estar sin estar, hacer desde la distancia y asumir cambios muy rápidamente, y además sin ser personal ajeno, puesto que nosotros también hemos tenido familiares ingresados o en residencias de ancianos. Gestionar nuestro propio riesgo y, a la vez, hacer bien nuestro trabajo ha sido algo común a todas las profesiones que estamos en contacto con las personas. Ha sido complicado.
Por otro lado, hemos visto acrecentada la brecha digital. De repente nos hemos encontrado administraciones y comercios cerrados, y a gente que nunca había tenido que recurrir a ese tipo de servicios obligada a usarlos. Fuimos considerados profesión esencial y tuvimos que dar apoyo a todas las personas que no podían salir de casa. Yo, por ejemplo, desempeñé mi trabajo en los servicios sociales básicos del mundo rural.
¿Ha surgido algún nuevo perfil de personas que requieren la intervención de trabajadores sociales?
Sí, además de las personas que ya estaban, se han incorporado otras nuevas. Castilla y León, por ejemplo, está muy envejecida y esta crisis ha afectado especialmente a las personas mayores. Estamos detectando dificultades bastante grandes en ese colectivo, como personas con mucha ansiedad que rechazan salir a la calle.
También han explotado casos de infancia, cuyas problemáticas quizá no hubieran salido a la luz si no se hubiera producido el confinamiento. Tenemos un boom de intervenciones con menores o familias que necesitan gestionar determinadas necesidades para poder tener una vida normalizada.
Y gente que nunca había necesitado acercarse a los servicios sociales porque siempre había tenido un empleo, de repente se ha quedado en la calle o se ha visto en situación de Erte y ha pasado a tener recursos escasos.
Coincidiendo con el Día Mundial de la Salud, el pasado 7 de abril se publicó un vídeo en el que distintas personas muestran las vivencias, experiencias y retos de los profesionales de esta disciplina en el ámbito del Complejo Asistencial Universitario de Palencia, así como en los centros rurales y de la capital. Háblenos de esta iniciativa
Aprovechando ese Día Mundial de la Salud, sin desmerecer a otros profesionales, quisimos poner en valor esa labor tan complicada que han jugado las compañeras que trabajan en el hospital y en los consultorios médicos, donde también estamos presentes. Su papel de interlocutoras entre el sistema sanitario y el sistema social ha sido importantísimo. De hecho, han sido las que más han detectado las necesidades de la población, al estar en contacto directo con personas que no tenían recursos para ir a comprar medicinas, gente que no podía salir de casa porque estaba con Covid o porque tenía mucho miedo, familias cuya dinámica familiar explotó a causa de la situación, etc. El resto de los trabajadores sociales pasamos de una primera línea a otra segunda, mediante el contacto telefónico, el seguimiento o las visitas puntuales, pero ellas han sido las que han estado tirando del carro.
La función del trabajo social en el medio rural es fundamental en una provincia como la nuestra
Es vital en Palencia capital, pero aún más en el mundo rural, donde los servicios son muy limitados. De hecho, casi somos el único contacto administrativo que existe para que algunas personas muestren sus necesidades y reciban apoyo. En la lucha contra la despoblación, los trabajadores sociales jugamos un papel esencial como defensores de esos servicios y para que no solo no desaparezcan, sino que se incrementen. Creemos que una persona tiene que desarrollar su vida allá donde quiera o donde lo ha hecho siempre y que la administración es la responsable de prestar la atención adecuada. Si no, el día de mañana nos vamos a encontrar una España con la población concentrada en cuatro grandes núcleos de población.
Por otro lado, servicios como la ayuda a domicilio en el mundo rural son una fuente de empleo, y además, muy feminizada. Por eso creo que hay que ver los servicios sociales no como un gasto, sino como una inversión que tiene sus rendimientos.
La labor de los trabajadores sociales se articula, en gran medida, a través de instituciones públicas. ¿Considera que la administración debería destinar más recursos económicos y humanos a mejorar este tipo de atención?
Personalmente, considero, que en Castilla y León podemos estar muy orgullosos de nuestros servicios sociales, aunque eso no significa que no necesitemos mejorar. Los servicios sociales tienen una parte de responsabilidad pública, pero también hay entidades no lucrativas con mucho peso que realizan una gran labor. Sin estas entidades, la administración no llegaría. Reconocer y apoyar a esas asociaciones y oenegés es muy importante.
Por tanto, la administración pública tiene que tenerlos en cuenta y darles el apoyo que necesiten. Como digo, la labor de las entidades del tercer sector es muy loable, porque realizan un gran trabajo sin ningún ánimo de lucro y con la única motivación de cambiar algo a mejor. Y todo con un saber hacer que es fruto de la experiencia acumulada en años de trabajo. Ellos saben cómo manejar a las familias, qué recursos necesitan y cuáles son los servicios adecuados para que los usuarios puedan vivir en comunidad, desarrollar su proyecto de vida y ser felices, que al final es lo que queremos todos.
El pasado 16 de marzo se conmemoraba el Día Mundial del Trabajo Social, una jornada que trata de poner en valor el compromiso, la contribución y la labor de los profesionales de este sector como conocedores de primera mano de la realidad social, líderes del cambio y de la intervención social, e impulsores de la lucha y la garantía de los derechos sociales de la ciudadanía. ¿Cree usted que su labor está suficientemente reconocida?
Para las personas que no se han acercado nunca a un trabajador social nuestra labor es bastante desconocida, pero quienes han tenido que recurrir a nosotros sí que reconocen nuestro papel. Que una familia que no tiene para pagar el alquiler tome la decisión de sentarse delante de una persona ajena para abrirse en canal es complicado. Sin embargo, la mayoría de esas personas nos acaba viendo como un elemento de apoyo, sin olvidar que la responsabilidad de salir de una determinada situación es suya.
En definitiva, yo creo que la gente sí que valora nuestro trabajo. Abordamos situaciones muy complicadas que antes se ocultaban. En ese sentido, creo que se han derribado muchos estereotipos, aunque quedan muchos otros por romper. Antes, a la gente le daba vergüenza hablar de ciertas cosas, ahora hay familias que luchan por los derechos y los intereses de las personas que necesitan apoyo.
Los trabajadores sociales intervienen con personas mayores, en situación de desempleo, con recursos insuficientes, enfermas, dependientes, con problemas de adicción o con discapacidad, mujeres víctimas de violencia, menores en riesgo o desprotección... Se trata de colectivos muy diferentes y frágiles. ¿Qué cualidades tienen que reunir quienes se dedican a esta profesión?
Todos tenemos mochilas, preocupaciones y prejuicios, no somos máquinas. Cuando vemos una situación muy compleja, nos quedamos con mal cuerpo. Por eso, tenemos que ser capaces de frenar en seco y de entender que nuestro trabajo tiene sus límites, si no, nos volveríamos locos. Entiendo que las competencias más importantes de un trabajador social son la paciencia y la escucha. Además, tiene que saber muy bien cuál es su papel, porque de él depende toda la intervención, y ser capaz de depurar su conciencia cuando termina una intervención.
Estoy convencido de que el trabajo social es una profesión vocacional y que el 95% de las personas que eligen este camino sabe dónde se mete. Es cierto que hay momentos difíciles, pero cuando ayudas a una persona a alcanzar sus objetivos y consigue ser feliz, cuando ves que está empoderada y puede hacer lo que quiere, la satisfacción es indescriptible. En definitiva, hay que saber conjugar muy bien las situaciones de frustración y de vivencias realmentes duras, con los momentos buenos.
Por otro lado, a veces asociamos el trabajo social a cuestiones negativas, pero no siempre tiene que haber una dificultad para que se produzca nuestra intervención. Por ejemplo, los trabajadores sociales también gestionamos adopciones y colaboramos con la Junta en la valoración de las familias.
¿Cuáles son los retos del Trabajo Social en cuanto a la formación de sus profesionales?
Para este año tenemos programado un curso con la Dirección General de la Mujer que se va a desarrollar en todas las provincias de Castilla y León y que estará centrado en la intervención en situaciones de violencia de género. Se trata de un tema muy difícil de gestionar y que cada vez se va tornando más complejo. Lo que antes era más o menos explícito ya no lo es tanto. A las situaciones de violencia física las están sustituyendo la violencia psicológica y económica. La sociedad cambia y las formas de violencia también, por eso hay que saber amoldarse.
También vamos a hacer cursos relacionados con la dependencia. Es evidente que Castilla y León tiende al envejecimiento y por ahí es por donde surgen muchas de las inquietudes de los colegiados.
¿Qué espacio ocupa la ética en su profesión?
Como en muchas otras profesiones, en la nuestra tenemos un código deontológico. Se trata de un libro muy cortito que yo creo que hay que leer al menos un par de veces al año, porque las situaciones pueden ser diferentes, pero el dilema ético y el conflicto muchas veces es el mismo. Como decía antes, manejamos situaciones muy comprometidas que la persona no quiere que se sepan, pero que necesita resolver. El código deontólogico es la herramienta que nos ayuda a gestionar todo esto.
Ahora que se acaba de aprobar la nueva Ley de Eutanasia. ¿Qué papel van a jugar los trabajadores sociales en su aplicación?
Desde los consejos regional y estatal se nos suele pedir aportaciones sobre determinadas leyes. De hecho, nuestro colegio es bastante comprometido. Una de ellas ha sido la Ley de derechos y garantías al final de la vida, pero también hemos dado nuestra opinión respecto a la Ley de concierto, la de atención residencial o la de eutanasia.
En este último caso, se tienen que crear unos comités de seguimiento a nivel autonómico donde creemos que debemos estar representados. Es evidente que la parte médica tiene que estar, igual que la psicológica y la jurídica, pero también la social juega vital importancia, porque una persona no es más que la relación con su entorno. No existe gente que no se relacione de una manera más o menos funcional con lo que la rodea y todo eso influye en la decisión de una persona de comprarse un coche, de elegir una pareja o de morir dignamente.
Es verdad que la propia ley hace referencia a profesionales sanitarios en algunos aspectos y esa es otra de nuestras luchas: que el trabajo social sanitario sea reconocido como profesión sanitaria.
Para finalizar, ¿en qué otras luchas se encuentran inmersos los profesionales del trabajo social?
Otra de nuestras reivindicaciones es la de las ratios. Creemos que tiene que haber un trabajador social por cada 3.000 o 4.000 habitantes. Vuelvo a decir que en Castilla y León somos unos privilegiados porque tenemos un muy buen sistema de servicios sociales, pero se podría mejorar de esta manera.
Y, por último, también pensamos que debemos tener mayor presencia en las oficinas de atención a las víctimas de delitos, porque entendemos que el delito es multicausal y entre los factores que lo provocan está el social.